jueves, 25 de octubre de 2012

ROSALÍA

Broche y relato corto 

Rosalía siempre estuvo rodeada de rosas rosas. Su jardín era una extensa rosaleda de este color y sus jarrones siempre lucían frequísimas rosas rosas que aún conservaban las gotas del rocío. Todos las mañanas seleccionaba la rosa más rosa del día , para su juego favorito: Me quiere, no me quiere , soñando con el amor de un apuesto "príncipe".


Seguía rigurosamente su rutina diaria: Levantarse, abrir de par en par la ventana de su habitación para contemplar su jardín, vestirse con uno de sus románticos vestidos, desear un buen día a todos los de la casa con su respectivo beso mañanero, desayunar en la terraza contemplando sus rosas, pasear por su jardín seleccionando las flores para su jarrón y después, esa mal afortunada rosa que se sacrificaría para su juego...




Un día, el anciano jardinero se retiró y vino a sustituirlo un tímido muchacho, que llevaba siendo peón más de dos años, y que desde entonces, contemplaba con ojos de enamorado a la joven Rosalía y a casi todas sus rutinas. Siempre soñaba con su saludo de buenos días y su beso en la mejilla... y cuándo ésto ocurría, el tiempo se paraba.




Hoy era el día en el cual, él iría a pasear con Rosalía para escoger las rosas de su jarrón y después, buscaría con ella, la rosa más rosa para su juego.

Él tenía una sorpresa preparada para la joven, pero no estaba seguro de su probable éxito...

Comenzó la mañana como siempre. Contempló desde el jardín cómo la encantadora Rosalía abría las ventanas de su cuarto y admiraba la vista de su jardín. Algunas veces, al hacerlo lo saludaba con su siempre jovial simpatía, pero esa mañana, no lo vio.
Rosalía bajó a desayunar, como su rutina mandaba, a su terraza. Mientras tomaba los últimos sorbos de té, le comentaba a su madre con cierta melancolía, lo hermoso que era el jardín y la añoranza de su antiguo jardinero, que ya no pasearía con ella esa mañana...

Al terminar el desayuno, llamó al nuevo sustituto para que le acompañara en su paseo. La primera sorpresa para la muchacha fue, que antes de que le diera tiempo a ella, le deseó un buen día él y se quitó la gorra que llevaba, para darle un beso en una de sus sonrosadas mejillas, las cuales se pusieron más sonrosadas aún.
 Ahí, Rosalía, se fijó por vez primera en el rostro del joven jardinero y le gustó.

Mientras le indicaba que rosas cortar para su jarrón, no podía evitar el contemplarle y pensar en lo poco que se había molestado en conocer a ese muchacho.
Después de terminar con esta labor, no tardó mucho tiempo en mandarle llamar para que le ayudara a seleccionar la rosa más rosa de su jardín. Su mayor sorpresa  fue, ver llegar al joven jardinero con una hermosísima rosa roja entre sus manos y ofrecérsela a ella de rodillas.
Rosalía contempló extasiada la bella flor, la cual, cada pétalo tenía escrito un Te quiero en tinta negra. 
Y en ese momento supo que nunca más necesitaría jugar a ese juego.


Esta es la historia de Rosalía, ¿qué os ha parecido?




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